Visigodos
En el 376 los visigodos, amenazados por los hunos, buscaron la protección del emperador romano Valente, el cual les autorizó para asentarse en la provincia romana de Mesia, al sur del Danubio. Los visigodos no tardaron en rebelarse y la consiguiente guerra concluyó en 378 con la decisiva batalla de Adrianópolis (la actual Edirne, Turquía) en la que Valente cayó muerto. Los triunfantes godos amenazaron entonces Constantinopla. El sucesor de Valente en el Imperio de Oriente, Teodosio I, firmó la paz con los godos e incorporó su ejército al romano. Desde ese momento, los visigodos ejercieron una importante influencia en el Imperio romano. Muchos de los que se habían asentado en Mesia se convirtieron en campesinos y fueron conocidos como mesogodos. El obispo godo Ulfilas tradujo la Biblia al gótico y en gran medida fue responsable de la conversión de los godos a una desviación herética del cristianismo denominada arrianismo.
Tras la muerte de Teodosio en el 395, los visigodos rompieron su pacto con Roma y eligieron rey a Alarico I. Éste invadió Grecia y más tarde Italia, tomando y saqueando en el 410 la ciudad de Roma. En ese mismo año le sucedió Ataúlfo, que condujo a los visigodos a través de los Pirineos hasta Hispania.
Tras la muerte de Teodosio en el 395, los visigodos rompieron su pacto con Roma y eligieron rey a Alarico I. Éste invadió Grecia y más tarde Italia, tomando y saqueando en el 410 la ciudad de Roma. En ese mismo año le sucedió Ataúlfo, que condujo a los visigodos a través de los Pirineos hasta Hispania.
Desde el 415 hasta el 418, bajo el mando de su siguiente monarca, Valia, los visigodos ampliaron su dominio territorial anexionando gran parte de Hispania y el sur de la Galia y establecieron su capital en Toulouse. A Valia le sucedió el hijo de Alarico, Teodorico I, el cual murió combatiendo, como aliado de Roma, contra los hunos en la batalla de los Campos Cataláunicos. Uno de los más destacados reyes visigodos de la península Ibérica fue el hijo de Teodorico I, Eurico, quien reinó desde el 466 hasta el 484. Bajo el gobierno de Eurico, que había declarado su independencia de Roma, el reino de Tolosa (nombre castellanizado por la historiografía española para designar el Estado visigodo que tuvo su capital en la ciudad francesa de Toulouse) abarcaba una considerable extensión de la península Ibérica y gran parte de la Galia al oeste del Rin y al sur del río Loira. Eurico introdujo muchos elementos de la civilización romana y promulgó un código legal que combinaba el Derecho romano con el Derecho germánico. El reino, sin embargo, estuvo constantemente acosado tanto por problemas internos como externos. La designación del monarca era electiva y la poderosa nobleza visigoda se mostró siempre reacia a los intentos de fundar una dinastía real de carácter hereditario. En el terreno internacional, tanto el Imperio bizantino como los francos amenazaban al territorio visigodo. Con objeto de infundir una mayor lealtad entre sus rebeldes súbditos romanos y cristianos, Alarico II llevó a cabo en 506 una recopilación de leyes, conocida como el Breviario de Alarico. Un año más tarde, el rey de los francos Clodoveo I derrotó a los visigodos en la batalla de Vouillé, en la que murió Alarico II, lo que supuso la desaparición del reino de Tolosa. La mayor parte de la Provenza se separó del reino visigodo y éste quedó reducido casi en su totalidad a la península Ibérica, donde se fundó el nuevo reino visigodo con capital en Toledo. A pesar de los intentos de una larga sucesión de reyes para mantener unido el reino, el poderío de los visigodos empezó a decaer progresivamente. El último monarca, Rodrigo, fue derrotado y probablemente muerto por los musulmanes en la batalla del río Guadalete (que, tal vez, tuviera lugar en realidad en el río Barbate) en el 711. Hacia el 713 la península Ibérica fue ocupada en gran parte por los musulmanes y el poder visigodo tuvo por heredero al reino cristiano independiente de Asturias.
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